EL CARNAVAL EN REPÚBLICA DOMINICANA
Lo más probable es que esas manifestaciones iniciales estuvieran asociadas con algunas celebraciones religiosas y que verdaderamente no fueran celebraciones carnavalescas, aunque luego pasaran a formar parte del Carnaval, como en todas partes. Y no solamente para Corpus Christi sino también para el día de Santo Tomás; y es en la Universidad donde los estudiantes harán las celebraciones más notables, siendo famosa la fiesta de Santo Tomás en 1780 cuando los estudiantes hicieron mofa de todo el mundo vestidos con máscaras.
En 1795 ya había carnavales para las fiestas patronales, en honor a Santiago Apóstol, para Corpus Christi y para carnestolendas, en la ciudad de Santiago de los Caballeros, cuyas manifestaciones provenían desde los días de la colonia española.
Durante toda la ocupación haitiana (1822-1847), llega a casi desaparecer la costumbre de disfrazarse y de festejar durante las festividades religiosas. Con la independencia nacional, se reanudan estas celebraciones pero dejan de asociarse a las festividades religiosas y se convierten en verdaderos carnavales celebrados en las carnestolendas, es decir, durante los tres días previos al Miércoles de Ceniza.
Además de esos carnavales "de carnestolendas", existen otros carnavales con mayor influencia africana y cuyas celebraciones generalmente no están relacionados ni con las carnestolendas ni con las fechas patrióticas (aunque en los últimos tiempos están siendo influenciados por los de carnestolendas, en cuanto a la fecha). Estos carnavales son conocidos como "carnavales cimarrones" y el más conocido de ellos es el de Cabral, que se celebra en Semana Santa.
Aunque los elementos más significativos de los carnavales dominicanos, especialmente de los "de carnestolendas" tienen un origen claramente español, hay importantes contribuciones africanas y de otros países.
En los últimos años, está ocurriendo una fuerte influencia del Carnaval de Venecia, no directamente, sino indirectamente a través de los carnavales de Río de Janeiro y Trinidad y Tobago. Esto se manifiesta en la pomposidad de los disfraces y máscaras, que llegan a tener precios tan exorbitantes que solamente pueden ser costeados por las clases pudientes y/o con patrocinio comercial.
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